28/10/09

De cómo Leopoldo se reencarnó en perro

17:48 | ,

La abuela permanece, medio llorosa, ante la lápida de su marido. Acaricia cariñosamente al perrillo que sostiene en brazos mientras le habla al oído. Finalmente, da por terminada su visita y da media vuelta para dar a entender al resto de la familia que ya es hora de irse.

-Pensaba que no se iba a acabar nunca -le dice Marcos a Sara.
-Yo también. Cada año dura más la historia. Y total, no entiendo por qué, si ella piensa que está vivo.

Sus risillas no pasan desapercibidas a su madre, que camina detrás de ellos y les amenaza visualmente para que callen.

El padre y Laura, que se habían adelantado hablando, esperan en la entrada del metro a que lleguen los demás. Tres paradas después ya están en casa.

Rosa se pone a hacer la comida mientras su madre se encierra a cal y canto en su cuarto, como cada uno de noviembre, con Leopoldo, eso sí. Es el día de retiro espiritual de la abuela todos los años; una vez que se mete en su habitación al volver del cementerio, no se le vuelve a ver hasta el día siguiente.

-¡Coliflor con bechamel! -Rosa anuncia su gran creación culinaria al dejar la bandeja sobre la mesa. La respuesta no parece ser la esperada.
-¿Coliflor con bechamel? ¡Si hoy tocaban lentejas!
-Ya, Sara, hija mía, pero como hoy cocino yo, hago lo que a mí me apetece que toque.
-¡Pero es que eso es verdura!
-La verdura te la pon...
-¡Basta de rimas, Marcos! Que estás de un pesao que no hay quien te aguante, hijo...

Sara se ríe y Laura prueba la comida, después de que su madre se lleve la bandeja vacía.
-Esto no estaría bueno ni aunque mamá cocinara bien...
Y desde el pasillo se oye a su madre, que ha heredado el oído que la abuela no tiene:
-¡Pues, si no os gusta, cocináis vosotros! Ya está bien de dejarse... -la interrumpe el chirrido de la puerta de la habitación de la abuela y un plato que asoma por ella- ¡Pero mamá! ¿Tú también?

Caras largas por parte de Rosa durante el postre.
-Bueno, yo me voy, que he quedado con mis amigos.
-¡Pero hijo! ¿Ya te vas? Manuel, anda, dile algo.
El padre se lo queda mirando mientras pela una naranja.
-¿Qué quieres que le diga? -pregunta encogiéndose de hombros.
-¿Que qué quiero que le digas? Pues no sé, que menos amigos y más estudiar, por ejemplo, ¡que se pasa las horas muertas con lo peor del barrio!
-Pues ya se lo estás diciendo tú, ¿no? -le da el primer mordisco a la naranja.
-Además, mamá -dice Marcos-, de perder el tiempo, nada. Me estoy currando mi futura cartera de clientes.
-¡Muchas películas has visto tú! ¡Que para acabar llevando divorcios no hace falta juntarse con todo kinki viviente!
Pero Marcos ya no le oye; lleva puesto el iPod y ha cerrado la puerta.

-Pues yo sí que me voy a estudiar -dice Laura, estirándose.
-¿Tú? -protesta Sara-Si te toca bajar a Leopoldo...
-No, Sara, te toca a ti. Lo dijo ayer mamá.
-¡Mira! A lo mejor has visualizado la orden y, como somos iguales, crees que me has visto a mí, pero te toca a ti.
Suspiro de Laura.
-A: con esos loros es imposible confundirme contigo. B: aquí viene mamá; pregúntale.
-¡Mamá! -Sara se agarra a su última esperanza- ¿A quién le toca bajar a Leo?
-A ti -responde, inalterable, sin pararse ni mirarla siquiera.

En ese mismo momento se oye la puerta de la habitación de la abuela. Leo se planta ante todos, en la puerta del comedor, tres segundos más tarde, con la correa en la boca.

Sara resopla mientras Leo olisquea las esquinas de la calle y las cacas del parque. Justo cuando está agachada, recogiendo la comida procesada y desechada que el perro de su abuela ha plantado en mitad del parque, oye una voz a su espalda.

-Parece mentira que un chucho tan feo tenga a alguien que le recoja la mierda...
-¡Mira...! -Sara se gira dispuesta a soltar cuatro frescas a quien sea. Al darse la vuelta contempla, boquiabierta y caca en mano, durante un tiempo excesivo, sospecha, a Sito, EL chico del insti.
-Mira -prosigue, cambiando el tono-, este chucho tan feo nos costó una pasta.
-Ah, ¿sí? Y ¿quién os tomó el pelo? -a Sito le salvaba aquella sonrisa de medio lado; menuda era Sara con los chulos de barrio...
-Te aviso: es largo de contar... -se sientan en un banco-Todo es culpa de mi abuelo, que se murió.
Sito puso cara de no entender nada.
-Bueno, según mi abuela no. Leo -dice señalando al perro- nació el siete de octubre de 2002; el mismo día en que mi abuelo murió. Todos nos llevamos un disgusto tremendo, claro, pero a mi abuela se le fue la olla y se dedicó a buscar a su marido... no al muerto, ¡al vivo!. Decía que el animal favorito de mi abuelo era el perro y que una vez le dijo que cuando se muriera se reencarnaría en uno. Así que, después de enterrar a mi abuelo, al que mi abuela hizo bien poco caso después de morirse, nos dedicamos a recorrer todas las tiendas de animales de Barcelona a la caza de un perro -daba igual cuál- que hubiera nacido el siete de octubre. Y así llegamos a Leo. Pensamos que nos iba a costar cuatro duros, pero no, resultó que los carlinos estaban de moda y, como en la tienda nos vieron desesperados porque ya habían vendido al resto de la camada, nos cobraron lo que les dio la gana.
Sito escuchaba, atónito. Sara, ya que llevaba carrerilla, siguió con lo suyo.
-Seguimos buscando en otras tiendas, porque mi abuela no estaba muy conforme...
-Mucha pasta, claro...
-No, no, ¡qué va! Mi abuela habría pagado lo que hubiera hecho falta. Decía que con su pensión hacía ella lo que le daba la gana y que recuperar a mi abuelo no tenía precio -mira a Sito-. Lo que pasa es que Leopoldo es hembra -dice, poniendo a la pobre perra patas arriba y señalando la prueba del delito-. ¿Ves? Así que, después de asegurarse de que no quedaba ningún otro perro de esa fecha en la ciudad, y presa del pánico al pensar que podían vender a mi abuelo, pagó los dos mil eurazos que nos clavaron en la tienda y se fue con su marido tan contenta para casa.
-Y ¿por qué le habéis puesto Leopoldo?
-Por mi abuelo, claro.
-¡Ah! ¿Y este anillo? -pregunta cogiendo un anillo dorado que cuelga del collar.
-Su anillo de boda.
-Y ¿por qué lo lleva la perra?
-Pero ¿tú me estás escuchando? -agita a Leo mientras sigue hablando-¿No te estoy diciendo que ella es mi abuelo?
Silencio.
-Y ¿qué haréis cuando tu abuelo se muera otra vez?

4 comentarios:

kelkelbcn dijo...

"Parece mentira que un chucho tan feo tenga a alguien que le recoja la mierda..."

jajaja jajaja

Sirvi dijo...

ABU: Lo que decíamos del extraterrestre que llegara a la tierra... jajaja.

Joaquín Campos dijo...

ESO, ¿QUE HAREIS?
SUERTE....

Sirvi dijo...

GROUCHO: Pues no sé... lo que la abuela diga y sentencie, supongo... jajaja.
Muchas gracias!